¿Cómo influyen las redes sociales en nuestra alimentación?
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Redes sociales, desinformación y su impacto en la alimentación y el bienestar

24 de julio de 2025 28K

¿No estás un poco harto de escuchar constantemente que vivimos en la era de la información y sentirte tan desinformado en muchos temas? Con un simple clic podemos acceder a miles de mensajes sobre nutrición, bienestar, ejercicio o salud mental. Pero, desde el momento en el no podemos estar seguros de cuántos de ellos son ciertos, o quién está realmente detrás de esos consejos tan milagrosos, ¿para qué nos sirven? Y lo más preocupante: cómo están afectando a nuestra forma de comer, de relacionarnos con nuestro cuerpo, con el placer o la culpa… 

Psicólogos, nutricionistas y sociólogos llevan tiempo observando cómo las redes sociales están modelando la forma en que nos alimentamos y vivimos nuestro cuerpo. Lo que nos cuentan es claro: el impacto es profundo, especialmente entre los más jóvenes y adolescentes, y urge una mayor alfabetización digital y emocional para hacer frente al ruido online.

La psicóloga y nutricionista especializada en conducta alimentaria Juana María Fernández, incide en que recibimos mensajes muy ambivalentes. Por una parte, se promueve una alimentación rígida, sin emociones, sin placer. Pero al mismo tiempo, se nos bombardea con mensajes que asocian la comida al placer extremo, al descontrol, al comer a escondidas. Como si solo se pudiera elegir entre lo saludable o lo placentero, pero no ambas cosas.

Este bombardeo obviamente provoca una sensación de confusión y de culpabilidad. Constantemente las redes nos ofrecen imágenes de cuerpos perfectos y platos perfectamente “limpios” acompañados de promesas de transformación. Y por otro lado también celebran el “cheat meal” desinhibido, el atracón disfrazado de libertad. En este contexto, la relación con la comida se vuelve tensa y emocionalmente inquietante.

Elisabeth Custo, coach especializada en trastornos de la conducta alimentaria, se muestra muy preocupada por la manera en la que este fenómeno está afectando sobre todo a adolescentes. Según destaca, esta franja de la población vive bajo la presión por encajar en un ideal corporal y les provoca frustración, insatisfacción con el cuerpo real y un deterioro del bienestar emocional, además de estar “obligando” a muchos adolescentes a adoptar dietas extremas, rutinas rígidas o relaciones compulsivas con el ejercicio… Estamos ante un bombardeo constante de estímulos sobre cómo comer, cómo entrenar y cómo debe ser tu cuerpo. La exposición es 24/7 y genera comparación social constante. Antes comprábamos revistas; ahora, lo llevamos todo el día en el bolsillo.

Cecilia Díaz-Méndez, catedrática de Sociología en la Universidad de Oviedo, también ha observado cómo las redes han cambiado las fuentes tradicionales del saber culinario. Destaca que antes el conocimiento alimentario se transmitía informalmente en casa. Hoy en día, los jóvenes pasan más tiempo en casa, pero aprenden a través de TikTok o Instagram, no tanto de la cocina familiar.

Esa transmisión digital —a menudo incoherente y fragmentada— ha generado lo que Díaz-Méndez llama una cacofonía informativa. Y es el resultado de múltiples voces hablando al mismo tiempo, muchas de ellas contradictorias y, en muchos casos, nada avaladas por una evidencia científica. Esto ahonda en la confusión e impide que los jóvenes puedan desarrollar un criterio claro y certero sobre alimentación.

Una de las preguntas clave es cómo distinguir si lo que vemos en redes es fiable. Pablo R. Coca, psicólogo y creador del proyecto @occimorons, lo plantea de la siguiente manera. Hay contenidos diseñados para entrar sin ser cuestionados, con técnicas de marketing muy agresivas. Lo importante es contrastar con fuentes científicas y también escuchar nuestras emociones. Si un mensaje nos genera culpa o malestar, tal vez no sea el camino. Es básico transmitir la importancia de saber identificar a quién seguimos, qué formación tiene y si lo que nos transmite está basado en datos o en experiencias personales convertidas en norma general. En este caso su gran aliado es la culpa, que resulta una herramienta muy poderosa para vender: si nos sentimos fuera de una norma estética y eso facilita y acelera que compremos la solución una y otra vez. 

Luján Soler, decana del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Madrid, pone el foco en el riesgo sanitario: Hay mucho intrusismo. Influencers que no son profesionales de la salud, o incluso personajes famosos que recomiendan dietas sin tener formación. Eso puede ser muy peligroso. El hecho de que alguien haya perdido peso no lo convierte en experto en nutrición, pero el problema es que estos relatos personales suelen tener más alcance que una publicación científica o una recomendación institucional. Y en redes, lo que más se comparte no siempre es lo más certero, sino lo más emocional.

Entonces, ¿qué podemos hacer frente a esta avalancha de información, desinformación y presión estética? Algunos consejos clave que emergen de las entrevistas son:

  1. Elegir bien a quién seguimos: profesionales cualificados, con formación verificable y mensajes que promuevan el bienestar, no la culpa.
  2. Desarrollar una mirada crítica: no dar por cierto lo primero que vemos. Contrastar, investigar y cuestionar.
  3. Revisar nuestro malestar: si un contenido nos hace sentir mal por nuestra naturaleza, puede que el problema no seamos nosotros, sino el mensaje.
  4. Promover el placer consciente: lo saludable no tiene por qué ser aburrido ni restrictivo. 
  5. Educar en redes y emociones: especialmente a los jóvenes, para que aprendan a navegar esta realidad digital con herramientas emocionales, cognitivas y sociales.

Las redes sociales han democratizado la información, pero también han creado un entorno en el que la confusión y la presión estética crecen. No se trata de demonizar las redes, sino de usarlas de forma más responsable. Porque, al final, igual que con la comida, no es solo lo que consumimos, sino cómo lo digerimos.

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